"Es la música que hay en nuestra conciencia, el baile que hay en nuestro espíritu,
lo que no quiere armonizar con ninguna letanía puritana, con ningún sermón moral..."
(Nietzsche: Más allá del bien y del mal, 216)


Cabalgar el Caos






Más allá del Cosmos

La mitología griega evoca el enfrentamiento entre el Caos y el Cosmos como una secuencia temporal, como una serie de acontecimientos que se encadenaron en un pasado lejano. Primero existía el Caos y después vinieron los dioses e impusieron por la fuerza el Cosmos, su Orden, en el que habitamos. Pero Freud nos enseñó a leer los mitos no como relatos desplegados sobre el tiempo sino como simbologías para representar fuerzas simultaneamente presentes en el universo interior. Edipo no mató a Layo alguna tarde remota de la historia mítica de Tebas, sino que lo mata constantemente en cada psique masculina. Del mismo modo, la lucha del Caos y el Cosmos no tuvo lugar y terminó en alguna era distante, sino que sucede perpetuamente dentro de cada ser humano.

El Caos no se extinguió, sino que sigue rugiendo debajo de la visión del mundo domeñada, ordenada, social, que gobierna los pensamientos y los deseos de la mayoría. En cada uno de nosotros existe un Prometeo que se revuelve y quiere arrebatar incesantemente a los dioses la llama de la vida, aunque existe también su más que posible derrota y el triunfo total de la autoridad divina. Como cada vida es un universo entero, cada espíritu humano es una cosmogonía. La lucha permanente de nuestros titanes contra nuestros dioses, de nuestro Caos primordial contra nuestro Orden impuesto, nos funda a cada uno como mundos específicos, como personalidades concretas. Todo depende de qué leyes han prevalecido más en cada uno para someter a su Caos, cómo ha logrado cada cual traicionar a su Prometeo.

Mientras el Caos pertenece a lo carnal, a lo vital, a lo corporal (y el cerebro es parte del cuerpo, el cerebro es carne), el Cosmos pertenece al mundo de las ideologías, de las creencias, de lo aprendido frente a lo experimentado. La victoria del Cosmos sobre el Caos es el viejo y repulsivo triunfo de la Ley sobre la Vida. Fiat iustitia et pereat mundus. Es la derrota del mundo real, "material", a manos del intangible "mundo de las ideas": el embrión de toda religión. El Caos es lo que existe, es el desorden natural del mundo, que crea y destruye magníficamente sin cesar. El Cosmos es sólo una interpretación del mundo, tan retorcida e inadecuada que necesita denigrarlo para poder explicarlo.


Los altares vacíos

No hay leyes en el Caos, sólo fuerzas fatídicas que buscan ocasiones propicias. No te pasará nunca nada agradable si rezas a Santo Tomás todas las noches, ni vendrá el dinero si le pones una lechuga a San Pancracio. Tampoco te tocará el billete de lotería si lo frotas dos veces sobre el mostrador del estanco, ni te revertirá por triplicado el daño que hiciste con un pentagrama. Ningún dios o diosa, ni siquiera Fortuna, está pendiente de tus actos para premiarte o castigarte por ellos. En el Caos todos los altares están vacíos. Cuando crees que tus "malas acciones" están llevándote objetivamente a la desgracia, no deberías engañarte con Jehová o el Karma: es sólo tú mismo el que te castigas, son tu propio remordimiento y tu autodesprecio los que te están envenenando. En el Caos sólo existe el presente, el tiempo de actuar. Cada acción consigue cosas directamente por sí misma, no como plan de pensiones para una recompensa futura.  


Sortiaria

Peor que la conciencia de la muerte es para los cobardes la constatación de que nadie puede domeñar las tormentas del Caos. Por eso cierran los ojos, reniegan del feroz Prometeo y canturrean las temerosas letanías del Cosmos. Y luego se desesperan aguardando la recompensa que creen que han merecido por su comportamiento amaestrado, y como nunca llega, acaban renegando de la vida. Antes blasfeman de la vida que de la justicia de sus dioses, así son de obedientes y pusilánimes. Pero si hubieran desencadenado a su Prometeo y le hubieran permitido que se lanzara a conquistar el cielo, sabrían que no es el objeto de la vida detener las tempestades del Caos, sino aprender a cabalgar sobre ellas, impulsarse con sus fuerzas grandiosas. No hay leyes a las que apelar en el Caos, sólo destinos inexorables que por valentía tienen derecho a triunfar o por temor están llamados a malograrse. Nadie ha explicado mejor que la Gran Bestia cómo se galopa a lomos del Caos: "Aquel que hace su verdadera voluntad tiene toda la inercia del universo a su favor"



© Miguel AlgOl



2 comentarios:

Unknown dijo...

Miguel que gran trabajo haces enserio, desde que me recomendaron que leyera tu blog mis ideas han empezado a florecer por si mismas, veo las cosas como antes no las veía y sinceramente me hacía falta, gracias por compartir tu sabiduría. (Jose Antonio)

Anónimo dijo...

Gran reflexión. Ideal para los que nos topamos una y otra vez con la fuerza del Caos frente a nuestra frustración por ordenarlo. Muy liberador