En el delirio del pensamiento religioso tú tienes tarifa plana veinticuatro horas con el Gordo de la Estratosfera ("Dios"): Cada pensamiento tuyo es leído inmediatamente por él, sólo tienes que pensar en comunicarle algo y ya lo estás haciendo; en tiempo real, como se dice. El Gordo debe tener una enorme centralita en el Culo del Universo, donde parece que habita, llena de querubines-telefonistas atendiendo simultáneamente todas las llamadas de sus atribuladas criaturas. Ante el Gordo no puedes tener secretos, porque la comunicación telepática con él —como las pantallas de 1984— no puede ser desconectada: Apenas te asoma un mero y fugaz atisbo de deseo, y ya el Gordo se ha enterado y te lo ha apuntado. Todo tu pensamiento es comunicación con él, no hay intimidad posible. Es un rasgo de su omnipotencia divina poder recibir simultáneamente los millones de comunicaciones de sus súbditos mortales, y recordar además quién es cada uno y qué dijo antes. El Gordo es el gran cotilla del Universo. Pero en la gran centralita telepática del Gordo hay un fallo, parece mentira con tanto despliegue de medios divinos: Hay auriculares pero no micrófonos. El Gordo nunca contesta, nunca puedes saber de vuelta qué piensa él. El pobre comunicador religioso, siempre llamando al Gordo, se devana los sesos hasta la muerte interpretando su silencio.
Miguel AlgOl
3 comentarios:
jajaja buenisimo,me ha gustado mucho :)
Excelente, me gustaría compartirlo en mi twitter. ¿Lo acepta?
Sí, no hay problema en compartir estos materiales. La única condición es indicar la fuente, lo habitual en estos casos.
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